La esgrima es, sin lugar a dudas, un deporte caballeroso y noble, que en todas las naciones adelantadas es estudiada, cultivada, enseñada y preferida. ¿Por qué se la prefiere? Con el ejercicio aplicado, el esgrimista desenvuelve una fuerza elástica coordinada y ágil.
Desarrolla moderadamente todos y cada uno de los puntos musculares que intervienen en la acción, para lograr más tarde elegancia, prudencia, sangre fría y coraje. La esgrima como deporte es escuela de voluntad e influye poderosamente en la formación de la personalidad.
En la esgrima se ponen en marcha diversas funciones psicológicas, lo que hace imprescindible la práctica de ejercicios de autocontrol, de autorrelajación y de motivación. No hay que olvidar que la estrategia y la concentración, al igual que en el ajedrez, son la base de este ejercicio. Las facultades intuitivas y la observación se potencian al igual que la capacidad de reacción, pero no son las únicas funciones beneficiadas. Su práctica regular también proporciona un aumento de la serenidad y la prudencia.